viernes, 29 de junio de 2007

La Muerte es una amante despechada...

Cuando la muerte llama a la puerta no se puede no contestar. Es un llamado obligatoriamente absurdo que nos dice que el tiempo en la Tierra se terminó. Nuestro tiempo llegó a su fin. Todos esos sueños que tenías, todas tus metas, todas las personas que amaste, desaparecen. No lo podés evitar.
¿Y qué pasa cuando sabés que en cualquier momento va a llamar? No será en 5 minutos o en 36 horas, pero es ya. O peor... ¿Qué pasa cuando sabés que va a llamar a alguien que amas?
El miedo a la muerte, a dejar de existir, es una de las cosas más difíciles de explicar sobre la faz de la Tierra. No se puede explicar con química o biología, como el amor. No se explica. Desde que nacemos hasta que ese momento llega tenemos miedo de él. O peor... tenemos miedo al vacío que dejaremos, o al vacío que dejaran y nadie nunca más va a llenar.
Yo por mi parte le temo a la muerte de los que amo. Yo soy las personas que amo y que me aman. El solo pensar que una sonrisa ya no va a alumbrar en este mundo me priva de cualquier gota de aire respirable que pueda desear.

A tu sonrisa no le quedan muchos días de luz, eso ya lo sé. Y... ¿sabés que es lo que más me duele? Son esos momentos que nos quedaron por compartir, las enseñanzas que no me diste, los abrazos que no nos regalamos. Voy a extrañar tu voz alegre cuando me llamabas por teléfono, o cuando me tratabas como a una pequeña princesa en tu casa o en la calle, o en cualquier lugar. Daría cualquier cosa porque no te vayas... Porque no nos dejes solos. Pero sobre todo, doy hasta mi vida por tu paz. ¿Cómo mentirte, cómo hacerte creer que cuando no estés todo va a estar bien?
Como mi vida no es garantía de nada, porque puedo perderla en menos de un instante, te ofrezco algo más. Yo te prometo, te garantizo, te lo firmo en cualquier papel, que voy a cuidar de tu proyecto más importante en tu paso por acá. No importa que tan mojado quede mi hombro, o que mis brazos se cansen de tanto abrazar, o que pase días enteros velando tu partida, yo no me voy a ir de su lado. Desde donde pueda, voy a hacer que ella se siga sintiendo como hasta ahora: la reina absoluta de tu corazón, y del mundo. Porque si, creeme que lo es.

Ay tía, yo te pregunto, ¿por qué las peores cosas le pasan a las mejores personas? Tu nombre fue en vano y la Victoria la obtuvo esa sombra asesina que desde hace quién sabe cuanto te cubre, que te robo el nombre y la alegría. Me arrepiento de muchas cosas, de estar en mi burbuja, en mi mundo, de no darte la atención que necesitabas... Ya está, paso mi momento. Pero la única manera de perdonarme y de que me perdones es haciendo. Y yo, señora Victoria, voy a hacer lo imposible para que tu nombre se haga parte de mi y que no hayas sido parte de mi vida en vano.
Te amo Magne, nunca te voy a olvidar, gracias por tanto.

No hay comentarios: