Hay momentos que a uno le gustaría volver tangibles y archivarlos en cajas contenedoras para no olvidarlos nunca y tenerlos a mano en los días grises. La mente no siempre juega buenas pasadas, y olvida colores, sonidos, aromas, con una facilidad asombrosa. Desearía convertir esos momentos en algo más sólido, menos etéreos que una pompa de jabón, y agarrarlos y aferrarlos con fuerza con tal de que me transmitan su calor. Lamentablemente eso solo se vuelve posible en las imaginaciones poderosas, o en los sueños más vívidos, pero no en la realidad, y los momentos son momentos y pasan como pasa el tiempo en cualquier circunstancia de la vida, por más que a veces parezca que va más despacio o con más prisa. Hay algunos elementos que facilitan la fijación de los momentos, como objetos del lugar visitado, fotografías, notitas al pie dejadas en algún boleto de colectivo o entrada de cine, o simplemente con una conversación amena que lleve a evocar eso que nos hace tanto bien, por su sencillez o por su naturalidad, o por más cosas a la vez.
¿Qué pasa cuando esos momentos jamás ocurrieron, y solo existen en la mente de quien los añora? Se vuelve aún más complejo aferrarse, porque son como espejismos en una ruta transpirada, que se ven pero no se ven. Como si jugaramos un juego con alguien que nos cae mal. Los sueños a veces son eso al comienzo, momentos que se añoran pero que no han ocurrido aún, y que de no tener fe (y recursos, claro) estallan en el aire. ¡Hoy añoro tantas cosas! El burbujero produce a toda velocidad. Estos sueños tienen poca materialidad, comienzan algunos a tener forma y otros ni siquiera eso. Pero yo cierro los ojos y están ahí, bailando ante mí como si nada, como si ayer los hubiera vivido y hoy su recuerdo me atrapara en la oscuridad.
miércoles, 29 de julio de 2009
martes, 7 de julio de 2009
Hoy
Escribo mi historia en nuevas hojas. Nuevos son los caminos que ahora debo recorrer. Si tan solo el pasado fuera como una prenda de vestir, que se quita de encima y se guarda en el cajón, ¡qué fácil sería! Pero no. El pasado, en todas sus posibles formas, es más bien como un tatuaje. Una imagen o sensación grabada a fuego en la piel. Tatuaje que no es estático sino que tiene movimiento, que se pasea por el cuerpo haciéndose más o menos visible según la fragilidad emocional de quien lo posee.
He vivido siempre pendiente de mi pasado. De mis cuentas pendientes, de mis errores. De a quien defraude, quien ha sido lastimado por mis actos. Pocas veces recordé las cosas bien hechas, aunque si aparecieran los recuerdos que me hacían sonreír. Escribir del pasado fue siempre mi karma. No creo en el destino inamovible, así que es hora de que este karma empiece a cambiar. Ya no más llorar sobre la leche derramada, sino contar el presente, inventar el futuro. Los nuevos senderos llevan lejos mis pies, y debo seguirles el ritmo.
He vivido siempre pendiente de mi pasado. De mis cuentas pendientes, de mis errores. De a quien defraude, quien ha sido lastimado por mis actos. Pocas veces recordé las cosas bien hechas, aunque si aparecieran los recuerdos que me hacían sonreír. Escribir del pasado fue siempre mi karma. No creo en el destino inamovible, así que es hora de que este karma empiece a cambiar. Ya no más llorar sobre la leche derramada, sino contar el presente, inventar el futuro. Los nuevos senderos llevan lejos mis pies, y debo seguirles el ritmo.
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