miércoles, 21 de mayo de 2008

Y este nudo en la panza parece no aflojar...

Hoy es un día donde la lluvia alienta mis ganas de llorar. Es un día para las lágrimas.
Quisiera tener miles de brazos, miles de pies, para poder hacer todo lo que me propongo. Pero hoy todos los dolores que vengo sufriendo últimamente se conjugaron para que estallara. Siento el alma partida, golpeada, producto de esta indignación amarga que siento al ver a mi alrededor. Una impotencia mezclada con furia que a la vez me paraliza y me entristece, pero me da ganas de hacer más y más, pero sé que no puedo hacer todo. No es viable ni conveniente.
Me duele vivir dentro de tanta miseria, con tantos hijos de puta sin nombre robandolé a otros las ganas de seguir viviendo, de poder vivir. Chicos en la calle alimentados a pan y a circo, este es un mundo de pan y circo. El que no sigue las consignas se muere. Y ya estoy cansada de toda esta mierda, de no ver una luz al final del camino, de sentir que por más que haga lo que haga no voy a conseguir nada! Y sobre todo, cansada de sentirme responsable por estar acá sentada escribiendo mientras otra como yo se muere de hambre y frío en la calle. Ni un milagro nos puede salvar de nosotros mismos.
Nos pasamos la existencia entretenidos en tantas pelotudeces, tantas cosas sin sentido... Los no son tan pequeños, tan inútiles, que el conformismo se mimetiza con la propia piel. Si el no es grande, poderoso, dicho a los gritos, ¿cuánto se puede durar sin que a uno lo bajen de un tiro? Es mentira que la libertad existe: el aire que respiramos es a préstamo.
Me cuesta no ser tan negativa en medio de esta basura... Me desespera saber tanto y quedarme en el molde. Yo no me quedo más en el molde. Yo me la voy a jugar. Eduardo dice: "hombre jugado, hombre quemado", pero también dice "nosotros decimos no". Prefiero que me quemen en la hogera a decir que sí y morir de artrosis de tanto estar arrodillada. Que les cueste reírse de nosotros a esos hijos de puta. Que sientan en carne propia el sufrimiento que atraviesan los que no saben si sus hijos van a poder comer. Yo no los pienso dejar ganar. Y voy a defender nuestra libertad, nuestro derecho a sentirnos dignos, hasta que mi vida llegue a su fin.
Hoy es un día para llorar. Mañana, la sonrisa que gana más batallas que la tristeza vuelve al ataque y vuelve a soñar. Pero hoy me doy el espacio de respirar por un minuto y recargar.

sábado, 10 de mayo de 2008

Fiebre

Domingo 11 de mayo del 2008.
03:44 a.m.

Cada día vivido aporta algo nuevo a mi existir. Incluso aquellos de apariencia irrelevante. El presente depende exclusivamente del pasado, por su condición efimera: un suspiro, y el segundo ya pasó a la historia. Las historias se construyen cada día, cada instante, si uno es conciente de ello. Conciente de que crear una propia historia es una responsabilidad. Son demasiados los que dejan que otros construyan su vida con cualquier material, generalmente por desconocimiento de causa. Ignorancia, desinterés; sea lo que sea, hay un pedazo de uno, o varios, o todos, que son construidos por otros. No quiero eso para mí. No lo quiero para nadie, pero no soy nadie para decirle a otros como ser, así que empiezo por decidir que quiero para mí. Yo quiero construir CON otros, construir un NOSOTROS.
El día de ayer podría haber sido uno más. No hubo hechos extraordinarios, grandes logros o declaraciones inéditas. Hubo cosas esenciales, invisibles a los ojos de cualquiera. Pero yo los pienso y así les doy valor, los pongo en palabras para que no se pierdan en la niebla de mi frágil memoria. Lo más importante que tengo que rescatar de este día, fue como otros fueron plasmando en mí su esencia. Una sucesión de intercambios, positivos, negativos, pero siempre de ida y vuelta.
En mi despertar, palabras de aliento, de cariño, risas telefónicas. Luego, un mediodía tratando de diferenciar amistad de trabajo, buena onda de explotación. Palabras duras, lecciones de vida y lucha de egos compartieron la escena. Al instante, la sangre siempre presente y en la mesa, la voz de la experiencia de los que me vieron nacer. Tratando de poner un poco de equilibrio en mi balanza interna, entre locura y seguridad. "La palabra para algunos no vale nada, pero si vos das la tuya, hacela valer". Más tarde, amargura en carne viva al hacerme un ovillo sobre el colchón... mi momento de soledad del día, el que me hizo abrir los ojos a lo que necesitaba para sonreír. Vueltas y vueltas, lo común en mí, y a compartir mate, gritos y mimos con mis grandes amores. Mis amigas. Conversaciones fuera de lo común, pero no por eso menos necesarias. "Eres responsable de lo que has domesticado". Volver a mi hogar, volver a estar conmigo, sentirme mejor. Y otra vez la telefonía inundandolo todo, choque de dos planetas afines pero distantes en espacio y en tiempo, en atmósfera. "La sinceridad es lo que cuenta". No es un choque, es más bien una melodía, instrumentos de viento tratando de coordinar dentro de la misma canción. Difícil, cuando las notas son opuestas... Pero intentar hace más bien que mal, hace crecer.
Crece y crece la sensación de que sola no existo. Que necesito a otros para "sobrevivir". Y no es una necesidad relativa, es una necesidad real. Como tantas otras cosas que siento necesarias, pero esta es fundamental. Poder mirar los ojos de otro, desde la misma altura. Horizontal como lo es el mar cuando vemos amanecer: es la única forma de sentir que el sol, la luz, el calor, se elevan más allá de lo imaginable.

Ya es otro día y mis pequeños malestares son físicos, no del alma. Pero hace media hora mi cabeza ardía. Fiebre: ideas subiendo de tono hasta sentir que puedo estallar sino las dejo salir. Ahora que todo está escrito... me siento mejor.