viernes, 18 de enero de 2008

Viernes 7 am



Hoy me siento a la sombra de tus piernas dormidas, le converso a mi insomnio de vos.




No sé porque pero no podía empezar a escribir nada sin antes poner esa frase, que se me vino a la mente instantaneamente. ¿Cómo es conversarle al insomnio? Sobre todo, cómo es conversale de alguien... Insomnio: no poder dormir, no querer dormir, o ambas. Cuantas veces esperando el amanecer para cerrar los ojos y empezar un nuevo día soñando.






Ojalá pueda poner en penitencia mi paciencia para no esperarte.






Otra frase que me desconcentra. Otra vez la música dándome lecciones de vida. Los segundos de mi existencia se van uno a uno corriendo detrás de cualquier melodía que tenga algo que decir. No entiendo que hago acá, a las 7 de la mañana, escribiendo delirios y frases, cuando podría estar acostada o al menos, comiendome una tostada en la cocina. No entiendo el por qué de nada, el no querer estar allá y querer estar acá, pero, ¿dónde es acá? Sigo buscando mi lugar en el mundo, sigo buscando mi sueño, mi vocación, mi objetivo. Quisiera poder esperar, tener paciencia, pero no la tengo, y sin embargo sigo sin ir a ningún lugar. Para empezar, me encantaría dejar de escribir sobre mí, y escribir desde mí misma. Que se sepa antes de empezar a leer que lo que viene está enfocado desde mi espejito de colores, es lo que yo creo y siento. Quiero que me salga, no divagar más... ¿Acaso a alguien le importa? Yo sigo y sigo tipeando al compás de la música, "ciego mendigabesos", yo mendigo todo el tiempo... Basta de yo, basta de egocentrismos exagerados y empalagosos. ¿Hasta donde me permito volar? Quiero un nosotros gigante, quiero luchar y sonreír.



Desde ahora en más lo que escriba va a buscar tener sentido no solo para mí sino también para quien quiera leerlo. Algo que viva... que viva por sí mismo. Y que no quiera llenar cabezas, sino hacer pensar. Basta de absurda necesidad de omnipotencia. Yo quiero volar más alto que esto, y no quiero hacerlo sola nunca más.
La foto significa para mí, ver la vida pasar a mi alrededor... Quizás no tenga nada que ver, o lo tenga todo... Hoy los dejo a su criterio.

















(Las lecciones de vida se dan en los lugares menos pensados y en los momentos menos esperados... que te peguen un paseo de vez en cuando y que encima no te des cuenta, eso no tiene precio.)

jueves, 10 de enero de 2008

Sentidos

Siento tu perfume flotando a mi alrededor. Tu aroma en todas partes. En el pasillo y en el sillón, en la mesa y en el monitor. Me enloquece saber que te haces presente en cada respiro, el aire me hace recordarte una vez más. Tantas noches buscándote en la niebla, buscando sentir un poco más de vos. Y ese perfume asesino, que parece tener alas, vuela bajo por las calles, logrando que mi cabeza gire cada vez que se hace presente. Reconozco mi culpa en el asunto: llenar mi casa de tu recuerdo es culpa mía, la que le regalo la esencia a pasado a un especimen masculino de mi familia, fui yo. Yo llené mi casa de vos. Cierro los ojos y te veo a través del viento. El viento otra vez me lleva allí.

Cosmopolitan: relaciones amor/odio con el mundo en general

La lectura en nuestras vidas es para algunos un calvario y para otros un placer. Pasatiempo u obligación, todos hemos pasado por ella y seguiremos haciéndolo.
Pero en este comentario no quiero hablar de cualquier lectura, no quiero generalizar. Hoy puntualizo y particularizo como nunca. Quizás les ha pasado de caminar por la calle y cruzarse con uno de esos acorazados naranjas o verdes que ocupan un espacio en la vereda, llenos de letras y colores, atendidos por gente que indudablemente tiene características llamativas. Es decir: puestos de diarios y canillitas. Siempre hay algo que llama la atención, sean cuales sean nuestros gustos.
En este caso narraré una experiencia personal. Mi gusto sobre cualquier otro es la música, y como siempre, hoy decidí gastar algunos pesos en una revista preciosa que tiene mucho sobre ella. Los colores, la textura, hasta el aroma de ese conjunto de hojas, me hace querer tenerla en mis manos cada mes. Sin embargo... otro especimen me atacó por la espalda; bah, por los ojos. La muy apreciada y consumida en esta sociedad burguesa, la tan consultada por mujeres, la que atrapa con un solo vistazo. La de orígen estadounidense, la que borra personalidad, y tantos otras opiniones que no sirven para que no gastemos en ella. La revista Cosmopolitan.
Junto con mi placer rockero traje a casa a la viva imagen del placer sexual y el "hacerse un lugar en el mundo". ¿En qué mundo, si se puede saber? En la burbuja del "nada pasa más allá de mi misma". Cómo negar que me atraen la ropa y maquillaje caro, las melenas perfectas y los cuerpos puntuación 10 que exhiben, las vidas sexuales de película de Holliwood o las notas de amor... soy mujer, esas cosas van conmigo. Pero me encantaría saber hasta dónde van conmigo y no con el chip que me implantan cada día las imágenes que veo en cada lugar donde pretendo descansar la vista.
Les describo mi completamente subjetiva impresión de esta publicación. Las páginas son una suma de opiniones sobre lo que debemos o no debemos hacer en la vida, como encajar en un trabajo donde siempre hay alguien por arriba nuestro indicandonos qué hacer, como "deshacernos" de "competidoras" indeseables. La vida es una carrera de obstáculos y el éxito sólo se logra cuando entramos en el podio de la mejor vestida, mejor paga y mejor garchada. ¿Acaso uno tiene que seguir modelos de personalidad para ser feliz? Disculpen, lectoras de todo el mundo, pero no me caso con esa ideología. No quiero querer lo que otros quieren, quiero ser yo misma, y aceptarme a pesar de mis malas caras al levantarme o mi rollito de más. Y también quiero que me quieran así.
Último consejo, queridas redactoras "cosmo": los truquitos sexuales van a andar bien, en tanto y en cuanto dejen de tratarnos como conejos. Si, me gusta el sexo, les agradezco lo acertado de las investigaciones pero... sería mucho pedir que me dejen hacerlo a mi manera?

martes, 1 de enero de 2008

Historia de un sueño

De golpe, me despertó el sonar del teléfono a través de las sábanas. Me estiré rapidamente, en un intento de estar más lúcida y atendí.
- ¿Hola?
- Buenas tardes señorita. La llamamos para informarle que la esperamos a las 3, llegó el día.
- ¿Perdón? ¿El día?
- Si, ¿no se acuerda? Ya pasaron 5 meses, como usted indicó.
- No señora la verdad que no le entiendo... 5 meses, ¿5 meses de qué?
- Del pedido que le hizo a nuestra institución...
- Disculpeme pero debe estarse confundiendo de persona...
- Le aseguro que no. La esperamos a las 3 de la tarde, en la dirección que figura en la tarjeta. Venga preparada, se va a llevar una gran sorpresa al verla.
- ¿Al verla? ¿Al ver a quién? ¡Expliquemé por favor!
Y nada. Solo el tono de ocupado detrás del tubo. Corté yo también, y me senté en la cama, entre sorprendida y asustada. ¿De que me estaría hablando esa mujer? ¿Qué pasó hace 5 meses? De pronto ví algo que no esperaba: apoyada en mi mesita de luz, estaba la tarjeta. Una tarjeta blanca, pequeña, escrita en letras doradas. Como las que a mí me gustan. Vi la dirección, la fecha de la cita. Miércoles 9 de enero, 15:00 hrs. Me refregué los ojos, no podía creer lo que estaba viendo, demasiadas casualidades. Mire mi muñeca, las 11 de la mañana. Baje las escaleras, tome el desayuno, me dí un baño y ya lista, vestida de la mejor manera que se me ocurrió por no saber a que compromiso me enfrentaba, partí. No sé por qué motivo antes de salir me puse un perfume que no usaba hacia meses. Curioso... más o menos 5 meses.
El viaje en colectivo fue bastante extraño, tratando de no pensar, pero partiendome la cabeza en el intento de descubrir que pasaría después. Algo adentro mío, un nudo en la garganta, me decía que, muy adentro mío, yo sabía que iba a pasar. Pero mi consiente no tenía en mismo conocimiento, y las dudas me estaban matando.
Baje del colectivo y camine hasta llegar al lugar. Me resultaba familiar. Un edificio gris, frío, sin muchas ventanas, ¿quién podía esperarme ahí? Cruze la puerta, y en la recepción una señora en un traje también gris me esperaba sonriente, con una sonrisa que era un fraude: sus ojos no sonreian. La mujer me dio unos cuantos papeles para firmar, y yo claro, no entendía absolutamente nada. Hice lo que pude con mi nerviosismo y los firmé, uno por uno. "Por aquí por favor" dijo, y yo ya sentía naúseas. Mi corazón latía cada vez más fuerte, qué me pasaba!
Bajamos unas escaleras, caminamos pasillos, hasta llegar a uno en particular, repleto de puertas con números. Miré la primera, y supe a donde caminar. 712. "Llegamos, la dejo un ratito hasta terminar los trámites y luego se pueden ir". Abrió la puerta, y pase.
Fue verla y comenzar a llorar. Llorar desconsoladamente, sin poder detenerme. En su cunita, con los ojos muy abiertos, estaba ella. Me miro y se sonrio, se sonrio de veras, la bebe más feliz que vi en mi vida. Me acerque, entre lágrimas y risas, ahí estaba. Mi bebe, mi chiquita, la que tanto esperé, tanto tiempo. La tomé en mis brazos y la abrazé, la separé un poco de mí y la mire bien. Los enormes ojos azules que conocía de mis sueños. Un poroto como nariz, y una boca que se reía a carcajadas. ¿Dónde estuviste todo este tiempo, amor de mi vida?
Me senté en una silla cercana, con ella en brazos. Seguía sin comprender, qué habría pasado por mi cabeza para dejarla ahí... Estaba ahí, siendo mía, y yo siguiendo con mi vida como si nada. Nadie, en su sano juicio, hubiera dejado a su bebe en ese lugar. Hasta ese día me sentía muy cuerda, pero ya no. O algo me afecto tanto, que la borro de mi recuerdo... Cuantas preguntas. Me duelen todas. Pero es mirarla a los ojos y encontrar paz. Mis lágrimas pararon, y salí disparada de ahí, con un grito atravesando mi garganta...

Y me desperté.