martes, 29 de julio de 2008

Una vez más se presenta la oportunidad de llegar más alto y dejar de sentir el vacío al que la vida nos tiene acostumbrados. Otro rostro, otra voz, un latido diferente que choca contra mí, desafiando mis esquemas y las fortalezas de cartón. Ya no alcanza con escalar la torre más alta: de ahora en más hay que poder derribar los muros. ¿Qué sentido tiene barajar y dar de nuevo si no cambiamos el juego? Apostemos lo que hay y lo que no, también; apaguemos de una vez por todas esa atrevida luz intermitente que grita de miedo con cada caricia bien hecha. Yo confío y le doy la chance al futuro de sorprendernos. Hasta ahora, no deja de hacerlo, y de hacerlo bien.

un desvelo creativo

Beli: y cuando te tengo enfrente me reduzco a un niño. En ese preciso momento, mi cerebro involuciona años luz y predomina el instinto. Creo que huelo en vos los mismos sentimientos que hacen eco dentro de mi pecho pero no me animo a preguntarte. Por miedo a que sea solo un eco, y solo en mi pecho. Creo, creo, creo.

Anu: ¿y qué es la vida sino una suma de creencias? por empezar, el creer que estamos aquí, que somos esto y no otra cosa. nuestra fe construye y mantiene en inestable equilibrio a ese castillo de naipes que representa nuestro existir. y a pesar de que a veces el viento se vuelva huracán y voltee cada carta del revés, nuestra fe junta las piezas y la vuelve a construir. y en el momento que no es capaz de hacerlo, cuando la fe se pierde y la desesperanza borra el reflejo en todos los espejos, ya no hay más que decir: la vida se escapó por la cornisa.


s o l o s é q u e m i s a m i g o s s o n t o d o l o q u e s o y.

domingo, 20 de julio de 2008

...

Ella se encontraba al costado de la cama, viendo como en su agonía se retorcía en sueños. Habían pasado varias horas y seguía ahí, a su lado, tomándole las manos, con los ojos cerrados y las lágrimas cayendo de una sobre sus mejillas, en un lamento lento y desgarrador. Solo levantaba los párpados de vez en cuando para volver a observar sus manos, como tantas veces lo había hecho en su vida juntos.
Esas manos, fuertes, rozagantes, estaban llenas de marcas de una vida siguiendo rumbos ajenos a su primer destino. Su blancura contrastaba con pequeñas cicatrices, que en vez de agrietar su aspecto las embellecía más aún. Sus manos decididas y valientes, como todo en él, que incontables veces han recorrido su cuerpo suavemente, con caricias improvisadas o adrenalina pasional, que le han arrancado las ropas y la vergüenza, esas manos que han rozado sus labios y detenido su prisa, hoy se encuentran frías, inmóviles, azuladas. Encarnan una muerte que se aproxima sin poder siquiera robarle unos segundos más de alegría: el espanto hecho carne.
Ella continúa extrañandolo en el silencio de su agonía: ¿cuántos han sentido calor antes desconocido gracias a esas manos en principio extrañas, luego amistosas y por último necesarias? ¿Cuántos lo lloraran mañana, como ya lo hacen ahora, cuando ya no esté? La promesa de un nuevo rumbo para los pueblos cansados quiere irse junto con la vida de este hombre, que supo luchar con todo el dolor de su espíritu para y junto a otros. Pero no es lo que el querría: él continuaría, sin descanso posible, continuaría esa búsqueda de justicia para aquellos que gastan su vida soñando una sola palabra, una sola realidad: libertad.
Ella se levanta, limpia sus lágrimas, le besa las manos. El mundo no se detiene, y ella debe ocupar ahora su lugar.
Me cuesta mucho expresar lo que siento en estos días, me está faltando inspiración. Las palabras ya no vienen a mí con tanta facilidad como de costumbre... es por eso que contar lo que tengo adentro en estos instantes se vuelve una tarea un tanto complicada. Sucede a veces que me encuentro rodeada de gente que dice quererme con toda su alma, pero me siento sola y confundida como si en realidad estuviera varada en un desierto vasto y helado. No tengo el poder de juzgar a nadie, eso lo sé, pero las formas de reaccionar ante el mundo que rodea sus pequeñas existencias choca a toda velocidad con mis puntos de vista, y el resultado es un ahogo violento de mi parte y ágil cambio de tema por parte de mis interlocutores. Me hago esta pregunta: ¿el individualismo tiene que ver con la inmadurez? ¿O es algo que viene dado con la crianza, con los discursos que nos atraviesan cada día sin que podamos notarlo, con la educación o la tradición? A la hora de las quejas todos tienen la última palabra, fuerte y pragmática como si se hubiera entrenado, pero si alguien habla de pensar soluciones lo que sobran son las risas, burlas o vacío de ideas. No sé si si existirá alguna forma de revertir esas malditas costumbres, pero si sé que necesito verdaderas conversaciones para sentirme útil, no monologos interconectados por cariño histórico.