martes, 11 de agosto de 2009

Mi vida según los signos de puntuación

Sé que no soy un punto, y lo sufro bastante: me suele costar ponerle un fin firme a las cosas. Siempre abandono algunas por la mitad; otras, las suspendo por tiempo indeterminado; incluso dejo a otros la sensación de que tienen alguna oportunidad conmigo, cuando en realidad se les han acabado todas. Podría decirse quizás que soy unos puntos suspensivos, pero tampoco es la idea. No es el suspenso lo que guía mi falta de decisión, sino motivos más extraños, sin bordes definidos previamente. Quizás sea más una cuestión de intuición, o de alarma interna. En esas situaciones, me transformo en un signo de pregunta gigantesco, que busca hasta la desesperación (o la desesperanza) las razones de mis problemas, de mis intuiciones. Soy también un signo de pregunta, porque me sale de adentro cuestionar casi todo lo establecido, lo estático; lo que no se sabe porque está ni quien lo puso ahí. No me gustan las imposiciones de los demás. Me molestan los guiones, los que intentan limitarme sin amor ni preocupación, sino simplemente porque no encajo en lo que se espera. Ahí me transformo en un corchete, tratando de introducir luz a lo obvio, a los que todo dicen que es, simplemente porque sigue la corriente invisible que los guía. En esos casos, puedo ser a la vez paréntesis y apóstrofe, porque hay cosas que no se ven a simple vista; que se ven pero se niegan; que parecen mutar la realidad a un idioma desconocido, que merece una explicación. El sufrimiento de otros merece explicación, merece un límite, y no dudu en transformarme en una barra para tratar de limitar en los otros los pensamientos duros, tristes, que no llevan a nada. Que no construyen nada. Hay que ser un poco punto y coma, e intentar unir lo que no está unido en apariencia: mostrar que cosas aparentemente desunidas, si lo están por lazos fuertemente creados. Siendo todo esto que soy, me lleva a sacar dos conclusiones. La primera, es que definitivamente me cuesta ser una coma, darme pausas o respiros. Constantemente me empujo a seguir intentando cumplir con mis expectativas y sueños, aún cuando mi mente y mi alma muestran en el cuerpo lo agotada que estoy. Y si esto es así, es porque no hay tantas comillas; comillas que, como yo, van en el sentido contrario al normal.

(Primer trabajo del taller de escritura creativa, que consistió en describir nuestra personalidad utilizando los significados que adopta cada signo de puntuación en la escritura.)

domingo, 2 de agosto de 2009

Mujeres

En mi corto viaje tuve la oportunidad de leer dos libros que hablaban sobre las mujeres. Un ensayo periodístico, que en no tantas páginas trataba de explicarle a los principiantes (y no tanto) que es (o que son) el feminismo/os, y una novela sobre la vida de dos mujeres afganas a las que el destino o el azar junta en medio de un contexto social sumamente conflictivo, que combina hechos históricos reales con una ficción que podría describir perfectamente la vida de esas mujeres a las que les toco vivir en esa situación. Encontre puntos de contacto entre ambos textos, porque si hay una situación extrema para la mujer hoy día es la que sufre por el extremismo religioso de unos cuantos países/sociedades de este mundo. Pero no son solo las religiones, sino todas las formas de relacionarse las que están mal paridas para que las mujeres crezcan con la cabeza en alto y no destinada a estar baja. Estas lecturas me llevaron a algunas cuantas reflexiones, que sintetizo a continuación en poquísimas líneas.
Las hay de todos los colores, etnias, pensamientos, cuerpos, lenguas, personalidad. Las hay pobres, ricas, medianas, altas, bajas, rechonchas, enfermas, sanas. Las hay violentadas, oprimidas, silenciadas, prisioneras, pisoteadas, invisibles. Las hay gritonas, rebeldes, luchadores, locas. Las hay indiferentes. Las hay de todos los tipos, de todas las definiciones que puedan ocurrirse, pero lo que hay es algo común a todas: que no somos libres si no peleamos por serlo. Es solo abrir un libro de la escuela, prender la televisión o la radio, prestar atención a un aviso de detergente, ropa o desodorantes, para sentirse totalmente pequeña y excluída. ¿Dónde están las mujeres reales? Por todos lados. Nosotras mismas, nuestras madres, nuestras amigas, nuestras enemigas... Y podría seguir. Pero estamos aquí. Tratando de desprendernos o adaptarnos a lo que otros quieren que seamos, y sientiéndonos culpables al querer ser nosotras mismas. Que el rollito de más, que la ropa fuera de temporada, que la negrura de la piel o la panza que cruje, lo mismo que los huesos. No hay mujer en este mundo que no tenga que luchar por sentirse verdadera, y la que no lucha y simplemente se adapta, vive triste, frustrada, o siente que por algún lado le falta algo. No es justo. No somos iguales, ni queremos serlo, sino que queremos ser lo que deseemos ser sin que haya una pared de violencia que se estrelle contra nuestro ser y nos deje inmóviles.
Estoy orgullosa de haber nacido mujer, con todo lo que eso implica. Y decido que voy a integrar las filas de ese grupo de mujeres en constante crecimiento, que lo único que quieren es ser libres de decidir que ser, como decir, si parir o no y cuando y como, y tantas cosas más. Y espero que seamos cada día más.