miércoles, 30 de diciembre de 2009

Últimas líneas de un tiempo que se acaba


Respirá hondo. Mirá, ¿no sentís acaso un perfume fresco, frágil, viajando por el aire? Yo sí, yo lo siento. Huele a libertad. Siempre buscamos armonía en las flores, en los pequeños animales, en los ríos. En los viejos sabios. Tanto tiempo buscando, sin saber, sin ver que en realidad la armonía está acá. Está adentro. Vení, dame tu mano. Hacia arriba y hacia abajo hay un mundo en movimiento, un mundo que no para de crecer. Semillas de cambio nacen y mueren en el interior de cada quien, lo que cambia es la fecha y hora del alumbramiento y de la defunción. ¿Ya firmaste el acta de las tuyas? Yo no lo creo. Creo que están germinando, brotando, como esos porotos con papel secante que mostraban sus retoños en los frascos de vidrio de nuestra infancia. No se necesita un laboratorio para hacer crecer los sueños. Es más fácil, o quizás increíblemente difícil. El desafío es poner algo de uno. Abrir la mente, los ojos, los labios, las piernas, los poros. Dejar de poner excusas. Ni vos ni yo sabemos si la vida es una, o son muchas vidas que se multiplican al pasar los siglos, encarnando en cuerpos diversos. Lo que si sabemos es que estamos acá, que somos acá, existiendo dentro y fuera de todo. Dejémos que el fuego arda, encendámonos, eclipsémonos. Te invito a iluminarte... ¿aceptás?

Feliz año nuevo, शािन्‍त (shanti) para todos!

domingo, 13 de diciembre de 2009

La Última Cena - Cuento final del taller

Esa noche, Naty y Diego habían sido invitados a una cena íntima para festejar el 1º aniversario de casados de sus mejores amigos, Poli y Nacho. El año transcurrido había sido bastante tumultuoso para las dos parejas, entre viajes, mudanzas y nuevos trabajos, y no se habían visto desde la fiesta de casamiento. Los nervios se sentían ya antes de salir de casa. Naty estiró por vez número diez sus medias de nylon hasta que su traicionera uña del dedo gordo terminó corriendola de punta a punta. "La puta madre, pensó ella, era el último par que tenía y sin medias no puedo ir, mirame los pelos que tengo!". Sudando, decidió cambiar vestido por pantalón largo, y se miró al espejo desconfiada. ¿Se le notarían los kilitos de más? ¿Y el corte de pelo? Mientras tanto Diego desde el baño se acordaba de toda la familia de la pareja amiga a los gritos, maldiciendo hora y lugar de la llamada invitatoria. No es que no los quisieran; por supuesto que los querían. Los querían lejos, entre más lejos mejor, sobre todo desde el papelón que pasaron en la fiesta, con los vestidos rotos y los trajes vomitados. Pero seguir rechazando invitaciones era algo insostenible. Ambos estuvieron de acuerdo: hay que ir, y punto. Las palabrotas seguían sucediendose a borbotones al subir al auto, nivel que fue descendiendo paulatinamente a medida que se acercaban al bar. Con una última mirada que trato de ser tranquilizadora, Naty y Diego bajaron del vehículo. Agarrándose fuerte de la mano, respirando hondo, entraron al lugar.

"¡Por fin!", escupió una chillona voz femenina desde una de las mesas. "Ya le estaba diciendo a Nacho que no iban a venir, que se habían asustado, que boluda eh! Cómo no iban a venir, con lo que los extrañamos! Y sí, los llame con el pensamiento.", terminó Poli en un segundo y medio. Nacho la miró, empelotudizado como siempre con sus gestitos de gata en celo, y suspiró. "Y vos que decías que se le iba a pasar: mirá como lo tiene agarrado de las pelotas. Que mina increíble..." le susurró Naty a Diego en el tono de voz más bajito que encontró. "Ay Naty, que linda estás! Bueno, un poco más gordita igual, pero siempre tuviste esa tendencia... Y Dieguito, que raro tan barbudo, te metiste en algún lado? Viste que a mi los barbudos no me inspiran confianza, tienen algo que esconder. Pero lo que dicen del vino es cierto, con los años te ponés mejor..." terminó Poli, con un gesto que insinuaba, como de costumbre, que a la primera de cambio se lo curtía en el baño. Diego sonrió incomodo, Naty tragó saliva. Al momento se acerco una de las mozas a la mesa, rompiendo el hielo. "Buenas noches, mi nombre es Ana y soy la encargada de atenderlos está noche. ¿Puedo tomar su pedido?". "Volvé en un rato chiquita, estamos esperando a dos personas más. Cuando lleguen te hago una seña", le disparó Poli mientras la relojeaba de arriba abajo con menos cordialidad que asco. La joven se dio media vuelta y despareció de la vista. "¿Y a quien esperamos? Pensé que eramos solo nosotros cuatro" dijo Diego, conteniendo la respiración. "Ah, mi chulita no les dijo? Viene mi hermana" contestó Nacho. Naty se quedo furiosa y palidamente dura, Diego se sonrojó un poco. "¿Tu hermana?". "Si, Luli, viene con su nueva pareja. Es la presentación oficial. La invitamos y matamos dos pájaros de un tiro, no es genial?" dijo maliciosamente Poli. "La puta que los recontra parió, yo sabía que no teníamos que venir, esa loca de mierda se acerca un paso y le revoleo el plato, sí, sí, se lo revoleo, con cubiertos y todo" pensó Naty. Diego seguía inmovil y colorado.

En eso la moza trajo la carta de vinos y bebidas, ofreciendo alguna entrada mientras tanto. “No nena, te dije que hasta que no vengan todos no, ¿sos lela?”, batió Poli, exasperada. “Bueno señora, es mi trabajo, tenga un poco de consideración.” “No seas desubicada y tomatelas, que estamos bien así” le dijo Nacho por lo bajo. Diego y Naty se miraron confundidos, sin poderlo creer. Su amigo realmente estaba cambiado. Era como si un monstruo o un espíritu maligno se hubiera apoderado de la totalidad de su ser. Naty se imaginó como una serpiente verde y roja se le enroscaba alrededor del cuello y le entraba por las orejas todas las mañanas. Era propensa a este tipo de suposiciones. Con su amigo serpenteado, poco podían hacer para pararle el carro a la harpía de su mujer. No quedaba más que esperar.

Pasaron unos diez gigantescos minutos en que la harpía no paro de expulsar veneno hacia todos los frentes y el serpenteado la miraba como si fuese una mina de oro, hasta que el ruido de tacos altos de Luciana los sorprendió por la espalda. “¡Hermanito! ¡Cuánto tiempo sin verte!”. Todos la miraron, pero en especial Naty. Estaba cambiada. El pelo rojo fuego con mechones fucsias había pasado a ser un calmado caoba, la cara de hermetismo cocainómano mutado a gestos más calmos de porrito y tranquilidad. Durante el casamiento había perseguido a Diego desde el minuto cero, ya sea con insinuaciones o directamente abalanzándose sobre él durante las tandas de baile, coronando la noche con un enorme vomito azul sobre el vestido de Naty. Lamentable. Pero ahora, parecía otra persona. Quizás fuera por su nuevo… ¿novio? A los cuatro los ojos se les pusieron como platos de sopa, sumado al sudor frío que corría por la frente de Poli. “Nacho, Poli, Diego, Naty, les presentó a Anita, mi novia.” Una morocha preciosa apareció desde atrás, con atuendo que dotaba de los años del flower power. Todos las siguieron con la mirada endurecida de confusión cuando se sentaron en la mesa tomadas de la mano, a la vez que Luciana llamó a la moza. “Ana, chiquita, ¿cómo estás? Traenos lo de siempre por favor”, “si Luchy, cómo no, ya pensé que no venían. Hola tía!” dijo mientras le daba un beso a la ¡¿novia?! de Luciana. Hecho esto, dio media vuelta y partió hacia la cocina. Las parejitas se miraron entre sí. Nacho, pálido; Poli, con las sienes latiéndole a 200 por hora, colorada como tomate; Diego con cara de poker. Lo de Naty merece un relato aparte. Rapidamente acomodo la mueca hacia una amplia sonrisa, apunto su silla hacia las recién llegadas, y comenzó a hacer preguntas cálidas. Que dónde se conocieron, que cuánto hace que están juntas, que a qué te dedicas Anita, que qué linda pareja hacen! Por fin Poli logró articular palabra. “Luuu, luci, Luciana, pepero vos qué te pensaste, que iba a ser cocomo si nadda?!?!?! ¿Qué tu hermamamano y yo lo vamos a aceptar? ¡Vos nos querés cagar la vida! ¡TORTILLERA! ¡LOCA! ¡PUTA!”. Nacho la tocó en el brazo y le trató de decir “pero mi vida, no es para tanto, tranquilizate…” mientras ella seguía balbuceando insultos incomprensibles y su cara se iba inflando como un globo. Naty cruzaba los dedos por debajo de la mesa, rezando en silencio para que explote de una vez y los deje a todos en paz. Luciana la miraba altiva y se reía a carcajada limpia, hasta que la harpía calló y dio lugar a una respuesta. “Pero cuñadiiiita, cuando besabas con Frida en el baño en la fiesta de casamiento no parecías tan homofóbica… qué pasó, ¿la vida de casada te hizo puritana?”. Ahí Naty y Diego ya no dieron más, y dejaron que la risa les salga corriendo por todos los poros. Al oír la revelación, el globo se desinfló y cayó al vacío, mientras la serpiente que habitaba dentro de Nacho salía a dar una vuelta enroscándosele en el cuello a su compañera, asfixiándola. Con su voz más fría y rocosa dijo “Melisa, nos vamos. Me parece que tenemos que hablar. Disculpen chicos, nos vemos otro día”. Dicho esto, tomo a la Poli llorosa y asfixiada del brazo y se la llevo hacía un final que la imaginación de Naty ya no podría prever. No habían pasado ni dos minutos cuando Ana trajo cuatro platos con la pasta más apetitosa del mundo y una botella de champán. “¿Se fueron? Qué lástima. Ojalá les guste, la casa invita” dijo maliciosamente y les guñó un ojo antes de darse vuelta. Anita habló primero: “el restaurante es mío, y mi sobrina lo maneja, aunque haga de moza. Ya nos imaginábamos que esto iba a pasar, pero estaríamos muy contentas de que se queden con nosotros esta noche. ¿Qué dicen? ¿Se quedan?”. “Obvio mujer, abrí esa botella que tengo mucha sed”, respondió Naty mientras con una mano alzaba su copa y con la otra apretaba la de Diego, a su lado, que sonreía una vez más. Al fin y al cabo, ya no sería una noche demente, en el sentido que habrían podido esperar de la palabra.