martes, 1 de enero de 2008

Historia de un sueño

De golpe, me despertó el sonar del teléfono a través de las sábanas. Me estiré rapidamente, en un intento de estar más lúcida y atendí.
- ¿Hola?
- Buenas tardes señorita. La llamamos para informarle que la esperamos a las 3, llegó el día.
- ¿Perdón? ¿El día?
- Si, ¿no se acuerda? Ya pasaron 5 meses, como usted indicó.
- No señora la verdad que no le entiendo... 5 meses, ¿5 meses de qué?
- Del pedido que le hizo a nuestra institución...
- Disculpeme pero debe estarse confundiendo de persona...
- Le aseguro que no. La esperamos a las 3 de la tarde, en la dirección que figura en la tarjeta. Venga preparada, se va a llevar una gran sorpresa al verla.
- ¿Al verla? ¿Al ver a quién? ¡Expliquemé por favor!
Y nada. Solo el tono de ocupado detrás del tubo. Corté yo también, y me senté en la cama, entre sorprendida y asustada. ¿De que me estaría hablando esa mujer? ¿Qué pasó hace 5 meses? De pronto ví algo que no esperaba: apoyada en mi mesita de luz, estaba la tarjeta. Una tarjeta blanca, pequeña, escrita en letras doradas. Como las que a mí me gustan. Vi la dirección, la fecha de la cita. Miércoles 9 de enero, 15:00 hrs. Me refregué los ojos, no podía creer lo que estaba viendo, demasiadas casualidades. Mire mi muñeca, las 11 de la mañana. Baje las escaleras, tome el desayuno, me dí un baño y ya lista, vestida de la mejor manera que se me ocurrió por no saber a que compromiso me enfrentaba, partí. No sé por qué motivo antes de salir me puse un perfume que no usaba hacia meses. Curioso... más o menos 5 meses.
El viaje en colectivo fue bastante extraño, tratando de no pensar, pero partiendome la cabeza en el intento de descubrir que pasaría después. Algo adentro mío, un nudo en la garganta, me decía que, muy adentro mío, yo sabía que iba a pasar. Pero mi consiente no tenía en mismo conocimiento, y las dudas me estaban matando.
Baje del colectivo y camine hasta llegar al lugar. Me resultaba familiar. Un edificio gris, frío, sin muchas ventanas, ¿quién podía esperarme ahí? Cruze la puerta, y en la recepción una señora en un traje también gris me esperaba sonriente, con una sonrisa que era un fraude: sus ojos no sonreian. La mujer me dio unos cuantos papeles para firmar, y yo claro, no entendía absolutamente nada. Hice lo que pude con mi nerviosismo y los firmé, uno por uno. "Por aquí por favor" dijo, y yo ya sentía naúseas. Mi corazón latía cada vez más fuerte, qué me pasaba!
Bajamos unas escaleras, caminamos pasillos, hasta llegar a uno en particular, repleto de puertas con números. Miré la primera, y supe a donde caminar. 712. "Llegamos, la dejo un ratito hasta terminar los trámites y luego se pueden ir". Abrió la puerta, y pase.
Fue verla y comenzar a llorar. Llorar desconsoladamente, sin poder detenerme. En su cunita, con los ojos muy abiertos, estaba ella. Me miro y se sonrio, se sonrio de veras, la bebe más feliz que vi en mi vida. Me acerque, entre lágrimas y risas, ahí estaba. Mi bebe, mi chiquita, la que tanto esperé, tanto tiempo. La tomé en mis brazos y la abrazé, la separé un poco de mí y la mire bien. Los enormes ojos azules que conocía de mis sueños. Un poroto como nariz, y una boca que se reía a carcajadas. ¿Dónde estuviste todo este tiempo, amor de mi vida?
Me senté en una silla cercana, con ella en brazos. Seguía sin comprender, qué habría pasado por mi cabeza para dejarla ahí... Estaba ahí, siendo mía, y yo siguiendo con mi vida como si nada. Nadie, en su sano juicio, hubiera dejado a su bebe en ese lugar. Hasta ese día me sentía muy cuerda, pero ya no. O algo me afecto tanto, que la borro de mi recuerdo... Cuantas preguntas. Me duelen todas. Pero es mirarla a los ojos y encontrar paz. Mis lágrimas pararon, y salí disparada de ahí, con un grito atravesando mi garganta...

Y me desperté.

No hay comentarios: