miércoles, 15 de agosto de 2007

Él, que ésta pero no está pero está y no está a la vez

A lo lejos se escuchan voces, se escuchan gritos, que me desarman y no me dejan salir. ¿Están fuera o están dentro de mí?
Me persiguen. Me señalan. Me enloquecen cada vez más. Miro a todos lados, no enfoco a ninguno, mi cabeza se pierde. Transito un laberinto donde el camino es recto y horizontal, es uno solo, no lleva a ninguna parte.
Me escondo otra vez. Detrás de una puerta, al costado del reloj. Me vuelvo a escapar. Te busco, no te encuentro, ¿dónde estás? ¿dónde te fuiste? ¿por qué me dejaste solo?
No, no quiero, basta, no quiero más esto, no me grites, no me empujes, ¡no entiendo!
Y me caigo... siento que me caigo... No consigo agarrarme, acercarme a ningún lugar. Y los gritos cada vez mas fuertes...

BASTA! DEJENMÉ! POR FAVOR, NO PUEDO MÁS!
Y de golpe...
Silencio. Oscuridad. Frío. Mucho, mucho, mucho frío. Soledad, otra vez solo y sin nadie a quien buscar. Me acuesto en la nada misma... Floto en el aire, lo toco, lo siento, es un abrazo que me quita el aire.
No veo nada, o veo todo, que sé yo... Tic tac, tic tac, tic tac. Los minutos pasan lentos, o pasan volando, no entiendo.
Y a pesar de todo...
Una mano. Un poco de calor. Me siento vivo otra vez, de verdad. Los dedos, suaves, largos, finos, me recorren. El pelo, el cuello, la cara. Buscan mis ojos, mi nariz, mi boca. Me reconocen... Siento el aroma, la fragancia conocida, en esos dedos desconocidos. Quiero abrir los ojos, pero los tengo abiertos, y sigo sin ver. Solo siento, más allá de mí.
Y en eso, una voz a lo lejos, que dice:
-Despertate, nos vamos. ¿Te sentís mejor?

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