miércoles, 7 de noviembre de 2007

Demasiada, demasiada presión

Este es uno de los grandes momentos en la vida de una persona en el cual no sabe para donde carajo disparar. Las ganas de salir corriendo hasta que no den las patas nos deja estáticos. Quietitos en un mismo lugar, sin avanzar o retroceder.
En este "gran" momento, siento que el peso del mundo, mi pequeño mundo, está apoyado comodamente sobre mis hombros; la metáfora incluso se vuelve real, mis contracturas lo atestiguan. Mi mirada se ha vuelto un poco negativa en estos días: mire donde mire, hay un problema que pide a grito pelado ser resuelto. El sabor de la urgencia: todos los que integran los problemas se sienten el ombligo del mundo. Y no, entiendanló, no son el ombligo de nada, quiero sentirme bien, nada más!
Es cierto, algunos son más urgentes que otros... Por ejemplo, la prueba que tengo en horas para la cual no estudie prácticamente nada es más urgente que mi efervecencia amorosa. Pero, no puedo resolver uno sin resolver el otro, y así sucesivamente.
Falta de tiempo, falta de sueño, falta de ganas. Un cóctel maravilloso para deprimirse. Tiro sonrisas de vez en cuando pero mis ojos no mienten, estoy triste...
Ya se acaba, en instantes más va a sonar la campana, y yo tengo aún tanto por hacer!

Las esperanzas no se acaban, yo creo en mí, y sé que voy a salir de esta. Como siempre, como sea, pero salir, salgo. Me lo prometo.

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